martes, 23 de agosto de 2011

La Ciudad: La leyenda del Lagarto de Jaén

Después de una breve descripción de los aledaños del lugar de la boda de nuestros queridos Andrés y Marichu, creemos necesaria la introducción de la más famosa leyenda que tiene nuestra ciudad de Jaén y que forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de España junto con Aste Nagusia o Semana Grande de Bilbao, el Filandón de León, el Camino de Santiago, la Procesión de la Virgen de la Salud de Algemesí, la Leyenda de los amantes de Teruel, las Fallas de Valencia, la Tradición de la Virgen del Pilar de Zaragoza, la Leyenda del Lagarto de la Malena de Jaén, el Carnaval de Cádiz y la Bienal de Flamenco de Sevilla.

Viva el Lagarto de Jaén


Esta narración está tomada de una publicación de mi buen amigo Matías Ráez, recopilada en un texto titulado «Leyendas de Jaén y otras historias», que con su beneplácito nosotros colgamos en esta página. Esperemos que os guste y conozcáis un poquito más de nuestra historia y tradición

LEYENDA:

La primera referencia escrita la tenemos a finales del siglo XVI (Pedro Ordóñez de Ceballos), que luego publicaría Bartolomé Ximénez Patón en 1622, quien añadió: “...en las pinturas de la fuente se ve un pastor que está poniendo un corderillo a una sierpe...”

Fue Alfredo Cazabán Laguna, cronista oficial de Jaén y creador de la revista  “D. Lope de Sosa” quien, en su amplia labor investigadora y divulgativa, recogió en 1913 tres variantes:
Sería un guerrero con traje de espejos, un ladrón al que se le perdona vida y prisión, o un hábil pastor, quien matara al temido dragón, lagarto o sierpe. El primero lo haría con su espada tras deslumbrarlo con los espejos del traje; el segundo, arrojándole un saco de pólvora envuelto en piel de cordero desde su caballo, y el tercero arrojándole yesca encendida envuelta en una piel de cordero.

La primera versión, sin demasiado arraigo en Jaén, tiene mucho que ver con las gestas de caballería del norte de Europa; la segunda, es de tendencia cristiana y puede representar los sacrificios y martirios a que sometían a los primeros cristianos en el Circo romano; sin embargo es la tercera la más verosímil y documentada, y puede proceder de un mito perdido. Hoy es más popular la segunda versión, aún cuando esté basada en la tercera. Juan Eslava nos relata la que le fue contada por un magdalenero y que, recreada, viene a decir:

«En la cueva que conforma el venero que hay enfrente de la iglesia de la Magdalena había un lagarto muy grande que salía y se comía a todo el que iba por agua, e incluso merodeaba por las calles y huertas del barrio, buscando el alimento que podría proporcionarle algún animal o persona demasiado confiados.
Ya nadie salía de sus casas, y cuando no había más remedio, lo hacían con mucha precaución y siempre acompañados de alguien. Todos estaban asustados y sin poder trabajar, ni los rebaños beber, ni las bestias abrevar.
Había en la cárcel un preso condenado a muerte que, enterado de la situación, pidió audiencia al Alcalde de la prisión, al que le solicitó el perdón si lograba matar al lagarto.
Tal era la desesperación de los vecinos y del propio Consistorio, que se accedió a su solicitud.
Entonces el preso pidió un caballo, un costal de panes calientes, una piel de cordero y un saco de pólvora.
Ya de noche, se puso frente a la cueva con el costal de panes recién horneados, y dejó uno al lado de la entrada. La bestia lo olió y salió para comérselo pero, cuando vio al preso, fue a él a quien embistió.
Entonces, éste montó en su caballo y salió corriendo, y en su huida iba echándole más y más panes, que el lagarto no dejaba de devorar. Así continuó hasta que llegó a las inmediaciones de San Ildefonso, donde le tiró el saco de pólvora con la mecha encendida envuelto en la piel, y el lagarto, creyendo que era realmente un cordero, se lo tragó y reventó».


Las otras dos versiones cuentan lo siguiente:
- Un guerrero vestido con traje de espejos esperó al monstruo y, al salir éste, quedó deslumbrado por las reverberaciones de la luz sobre los cristales, recibiendo el golpe mortal en la espalda.

- La tercera versión la protagoniza un ingenioso pastor, que tiende una trampa a la serpiente que se comía sus corderos: Le arrojó la piel de uno de ellos rellena de yesca encendida con la que, una vez ingerida, el monstruo se abrasó las entrañas y murió.
Esta leyenda también puede encerrar algún secreto, u otro mundo paralelo y oculto, vetado a simples mortales.

En lo antiguo, y en las religiones agrarias matriarcales, lo femenino estaba representado por la cueva (útero), el agua (flujo de vida), la luna (28 días -menstruación-), etc. El dragón era el custodio de la cueva, por tanto, también pertenece al mundo de lo femenino.
En un momento determinado, se impone el patriarcado, donde el héroe simboliza lo masculino, y al que se le adscriben elementos masculinos tales como caballo, sol (espejos), cordero... Por tanto, si abrimos la puerta de lo esotérico, podríamos interpretar que nos encontramos ante un cambio diametralmente opuesto al establecido. Según Internet (La Casa Encantada) podemos encontrar vestigios del mito en muchos puntos de la península ibérica y en el resto de la Europa mediterránea:

- Convento de Santo Domingo (Asturias): matan a dragón dándole pan con alfileres.

- La tarasca (representación monstruosa del dragón) sale de las riveras de las tormentas para llevarse a las víctimas. Portugal, Cáceres, Granada, Tarascón (Francia), son lugares donde las leyendas han recreado su imagen. Concretamente en Tarascón, Santa Marta aspergió al monstruo con agua bendita y, amansado por tal motivo, fue arrojado al río Ródano. Esta leyenda ha tenido tal raigambre en ciudades como la vecina Martos, que incluso podemos apreciar el acetre e hisopo en un cuartel de su escudo, y en otro cuartel un dragón.

- La Biblia nos relata que Daniel (siglo VII a. C.) durante su cautiverio en Babilonia, no quiso adorar a la gran serpiente y logró matarla con un cocimiento de sebo, pez y pelos que la hizo reventar (motivo por el que lo echaron a los leones).

- San Jorge (Siglo III) mató al dragón que quería comerse a la princesa...
Tampoco deja de sorprender que, desde 1249, el escudo de los Obispos de Jaén lleve la sierpe.
Escudo del Cabildo de la Catedral de Jaén


A MODO DE EPÍLOGO
La leyenda del lagarto de la Malena es muy posible que esté relacionada con la estructura urbanística que Jaén tendría en esa época. Durante las Edades  Antigua y Media se explicaban las cosas comparándolas con formas o figuras que ya eran conocidas, así, por ejemplo, las constelaciones asemejaban figuras de animales o seres mitológicos conocidos por sus contemporáneos, o nuestra Península Ibérica fue comparada con la piel de un toro invertida por el historiador griego Heródoto en el siglo V a.C.

Bien es cierto que la ciudad medieval, como es el caso de la que nos ocupa, tiene una estructura muy bien definida ya sean ciudades de fundación musulmana o cristiana. En primer lugar, y de forma más característica, las ciudades estaban amuralladas; en segundo, un trazado o plano irregular, desordenado, de calles estrechas que se aglutinan en torno a un núcleo central (castillo, iglesia, zoco, etc.); y, en tercero, viviendas bien en los barrios periféricos (arrabales), bien próximas a las salidas de la ciudad.

Forma de la ciudad en el S. XVII

La muralla tenía una triple función:

1. Defensiva. Había que estar preparados para los posibles acosos de vecinos o de pueblos guerreros.

2. Económica. Los habitantes y visitantes a la ciudad entraban por puertas expresas para acceder a su recinto. Todos pasaban un arancel  a la entrada o a la salida consistente en un gravamen de los productos que quisieras vender o de los productos que habías comprado. Hoy, en nuestro Jaén actual, aún quedan vestigios de esos accesos interiores: Puerta Barrera; Puerta de Martos; Puerta del Ángel…

3. Sanitaria. La muralla era una gran defensa ante posibles epidemias de enfermedades, para tal efecto se cerraban las puertas y no dejaban salir ni entrar a nadie.
Por todo, en este periodo medieval, la forma de la ciudad de Jaén asemejaría a la de un lagarto, teniendo el lomo del mismo ubicado en el Castillo, la cabeza en la actual Plaza de Santa María y la cola por los arrabales (Adarves).

Finalizamos haciendo válidos los dichos:
  • Eres más de Jaén que el lagarto de la Malena.
  • Ojalá  revientes como el lagarto de la Malena.

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